Esto es algo que me paso hace probablemente más de un año. Estaba
sentado en un parque leyendo, cuando se me acerca un hombre y una mujer con
biblias en la mano. La mujer me saluda y yo le devuelvo el saludo de manera
cordial. Ella saca un panfleto del bolso que llevaba, el panfleto tenía una
imagen de lo que según algunos es una familia ideal, me da el papel y me dice “¿te
gustaría tener una familia así?” y yo le respondí “mi familia ya es así”, con
una sonrisa para que no piense que estoy siendo maleducado.
El hombre se acerca y señala que es porque pertenezco a
alguna religión y que soy muy devoto a ella por eso Dios me premia con una
familia feliz. Yo le respondo que no pertenezco a ninguna religión y que no creo
en ninguna divinidad. Los dos abren los ojos como platos, se miran y abren sus
biblias. Comienzan a hablarme sobre Dios y sobre como él podría hacer mi vida más
feliz, como él le puede dar sentido a mi vida y sobre el premio que él me dará
por cumplir sus sagradas leyes. Hablo un poco sobre mis ideas y veo que les
incomoda así que termino la conversación para no generar un debate en medio del
parque, además estaba leyendo algo interesante.
Acabo con mi lectura y comienzo a pensar en dos cosas que mi
familia suele cuestionar sobre mis creencias, mi “razón para vivir” y mi “código
moral”.
La razón para vivir es algo que toda persona se formula a
cierta edad, es eso que te detiene de pegarte un tiro o tirarte de un edificio,
eso que te impulsa a levantarte cada día. Para algunos esta puede ser una
divinidad y para otros un objetivo, o tal vez alguna persona. Muchos se
preocupan demasiado por su impacto sobre los demás; no es que sea egoísta pero a
menos que seas un filántropo por naturaleza ayudar a los demás no será lo que
te dará la felicidad que buscas. Menciono la felicidad porque, como ya
señalaron en un artículo anterior, la finalidad de todo lo que hacemos es
satisfacernos de alguna manera y esta satisfacción te lleva a la felicidad.
Esa es mi razón de vivir, ser feliz y creo que es la de
muchos, si no la de todos los seres humanos. Una vez que uno se siente totalmente
feliz; una vez que, como explicaría Maslow, hayas cumplido con todas tus
necesidades podrás pasarla a otros, aquí es cuando dejas de ser egoísta respecto
a tu felicidad y comienzas a compartirla.
Termino con una imagen para reflexionar, ya hablare sobre mi
“código moral” en otro post.
"Miles de velas pueden ser encendidas de una sola vela y la vida de esta no se verá acortada. La felicidad nunca disminuye cuando es compartida" - Buda
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