Él se mueve a través de las olas
de gente que salen de clases y participan en una aparente eterna procesión por
las calles de La Molina que están llenas
de una ligera neblina de tabaco y personas desplazándose en letargo con sus respectivos
ídolos entre las manos. Se abre paso entre ellos, evitando fácilmente aquella
hipnosis en la que se encuentran y al llegar a la entrada del campus da un
profundo respiro y se sumerge en esa masa de personas que vienen en dirección
contraria. Llega a su salón, observa en la última fila un asiento vacío junto a
una chica cuyo cargador empotrado a la pared la mantiene consciente de la
irrealidad.
Luego de saludar a algunos de sus
amigos, abrió su cuaderno de par en par y prosiguió el cuento de la clase
pasada con toda la inspiración restante del fin de semana. Logró escribir
varias líneas hasta que fue bombardeado de conceptos absurdos para identificar
“necesidades” inconscientes de las personas que las incitaran a disfrutar la
plenitud de una vida de consumo. Es así, que siguiendo con la mirada al
profesor, recibe una llamada que cambiará su monótona rutina, al menos por las
siguientes semanas. Una voz dificultosa para hablar y con hondos suspiros le
comunica la dantesca noticia: ha fallecido Chispa, la mascota de la familia desde
hace una década.
Esa Shih Tzu con pekinés, que muy
temerosa fue entregada a su familia cuando él apenas tenía 9 años, había
sufrido de una neumonía que acabó con su vida en las primeras horas de la
mañana del lunes. No enmudeció para no deprimir más a quien se lo comunicó y
asegurándole que llegaría antes de las 5 a casa para el respectivo entierro en
el jardín de sábilas (lugar de descanso de otros tantos perros que
transcurrieron por su vida) alzó la mirada hacia el nublado cielo de Lima y se
perdió en el vuelo de una paloma hacia el oeste.
Al volver a la fría carpeta, su mente
fue bombardeada por una incontable
cantidad de recuerdos con aquella perra.
Fue remontando a una infancia mejor, un
pasado maravilloso, lleno de excursiones a varios parques, salidas por el
malecón, bicicleteadas por las calles de Miraflores, esperas en la orilla de la
vereda y, hasta incluso, fiel compañera en sus citas.
El hombre en terno continuaba su
monótono monólogo sobre el valor de la información para la investigación de
mercados; empero, su mente volvía a la realidad y admitió que ella fue la
primera mejor amiga con la que pudo contar en sus primeros momentos de
dificultad, soledad y ansias de caminar acompañado sin motivo alguno. Reconoció
su inmensa fidelidad al recordar que Chispa lo acompañó durante sus diversas
enfermedades aguardando bajo su cama y hasta era capaz de esperarlo en sus
tardíos retornos a casa. Fue un magnífico y digno ejemplar de su raza, pensó.
Las risas del hombre en terno junto con algunos alumnos de las primeras líneas
lo trajeron de vuelta. Se continuaba hablando del tema pero ahora
sobre escalas Skirtel y Stapel (ambas escritas en rojo en la pizarra).
Su mente iba diluyéndose entre las risas hasta que el hombre en terno se
percató que él iba escapando poco a poco de su monólogo.
-Señor, sí usted, el de la última
carpeta… ¿podría decirme algo sobre los usos o características de estas
escalas?
- Características… <<Chispa era un Shih Tzu con pekinés, con la nariz ligeramente alargada y la mandíbula invertida, ambas eran particulares de ese ejemplar respecto a otros de ese cruce. El dorado de sus pelos y su pulcritud atraía a muchos caninos; sin embargo, ella siempre tuvo un carácter hostil con muchos perros que se acercaban a olfatearla. Excepto con los siberianos con quienes congeniaba perfectamente. A veces- él creyó -que ella debió haber sido en vidas pasadas una loba (¿hermana de la madre de Colmillo Blanco?) y que corría libremente a su antojo atravesando bosques, praderas y montañas.>> … No, realmente no sé sobre ellas- respondió.
- Características… <<Chispa era un Shih Tzu con pekinés, con la nariz ligeramente alargada y la mandíbula invertida, ambas eran particulares de ese ejemplar respecto a otros de ese cruce. El dorado de sus pelos y su pulcritud atraía a muchos caninos; sin embargo, ella siempre tuvo un carácter hostil con muchos perros que se acercaban a olfatearla. Excepto con los siberianos con quienes congeniaba perfectamente. A veces- él creyó -que ella debió haber sido en vidas pasadas una loba (¿hermana de la madre de Colmillo Blanco?) y que corría libremente a su antojo atravesando bosques, praderas y montañas.>> … No, realmente no sé sobre ellas- respondió.
- Entonces preste más atención –
dijo el hombre en terno mientras seguía explicando sobre el “arte” de hacer
encuestas.
Sus manos dibujaban figuras
imaginarias en la carpeta y el cabello negro de la chica de adelante con un
moño amarrado en lo alto de la nuca le permitió volver a la lucidez del mundo.
Recordó – con “Cada vez que te digo adiós”
de fondo en su mente- las veces que inesperadamente Chispa llegaba a casa de
sus pequeñas incursiones alrededor de la cuadra y empujaba las puertas con
ligeras y continuas cornadas. Se acercaba hasta la silla en la cual él se
hallaba y movía sin cesar la cola en un acto de pureza de alma (¿es loco creer
que los perros tiene alma?). Supo en esos momentos que si fallecía también quería ir a donde los perros van al morir.
Una compañera a su diestra
hablaba enérgicamente sobre un triunfo de la democracia y por breves segundos
recordó lo inesperada que fue esa muerte, cuando el día anterior estaba
almorzando alegremente en familia con Chispa merodeando entre la mesa y una
charla incesante de las verdades y errores incuestionables de los gobiernos de jure que habían pasado y, hasta
incluso, de ese gobierno de facto
allá por el 92. Pero Chispa no sabía verdaderamente de política, al igual que muchas
personas en ese país.
El minutero era más un metrónomo que
sin un lejano viaje astral lo retornó a su mundo. En el que encontró junto a su
nothing box, una caja llena de
anécdotas graciosas con Chispa. Entre ellas persistían el miedo de niños al
pasar la calle junto a ella y recibir lejanas mordidas y ladridos desde el
fondo de su ser. Así, también recordó las innumerables veces que sus invitados
se sentían atemorizados al escuchar esos potentes ladridos; empero, luego de
ver a tan adorable mascota sucumbían ante ella y estaban deseosos de acariciar
su suave pelaje. Chispa no tenía ese carácter sumiso (¿o dócil?) y por lo
general gruñía ante esas ansiosas manos. Pero sus invitados, y mucho menos él,
tendrían que preocuparse o desesperarse por esa pequeña bola de pelos de nuevo.
La clase estaba por terminar y el
hombre en terno daba las últimas indicaciones sobre un trabajo próximo, pero a
él no le importaba. Se despidió de sus amigos y a paso rápido se movió en la
nueva procesión y volvió a respirar el incienso mentolado y de canela de
decenas de personas y el olor se impregnaba en sus fosas nasales como una oruga
verde al árbol. Su mente se iba alejando de él paso a paso, pero ambas llegaron
al mismo paradero a esperar el mismo bus, a esperar que el día tuviera sentido
por un par de minutos, a esperar que la sociedad peruana cambie.
El bus acelera en la curva, va a
40, 50, 60; se escabulle entre combis casi vacías de pasajeros y deja una
estela de monóxido de carbono que contamina el aire, la democracia, las calles, el planeta,
los recuerdos y el alma. En un letargo de recuerdos continuos, él no se percata que
a está a dos cuadras de su paradero final, baja sin prisa y se adentra en su hábitat.
Surquillo lo recibe con la bulla
habitual, vulgaridad, ambulantes y olor de toda la vida, pero ahora él observó de
manera más detenida sus perros, los perros vagabundos de Surquillo - específicamente- que se
desplazan a diestra y siniestra en el distrito. Van rompiendo bolsas, oliendo traseros a otros
de su especie, ladrando a motociclista y carcomiéndose la piel de pulgas. Ve a
uno de ellos alejándose en la esquina de La p’tite France y observa
detenidamente el espacio vacío en la acera del frente donde solía estar recostada
Chispa. Sigue caminando hasta su casa, antes de entrar a ella observa el jardín
y, mirando atentamente, se da cuenta que la tierra está removida. Que la han
enterrado antes que él llegara, que no pudo encontrar la mirada de Chispa por
última vez, que ya hubo un minuto (o tal vez dos) de silencio, que Odiseo tuvo más suerte por ver a Argos en sus últimos
segundos, que buenas noches mamá, que la cena está lista, que la lágrima caería
en un cortázar edición bolsillo o en el
vaso de Morgan, que ahora su familia -al igual que Washington Delgado- guarda un caballo en la casa.
Paul Saavedra
"Debidamente entrenado, el hombre puede llegar a ser el mejor amigo del perro". - C. Ford
En memoria de Chispa, la mejor mascota de mi
mundo.
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