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viernes, 10 de junio de 2016

En el país de Argos



Él se mueve a través de las olas de gente que salen de clases y participan en una aparente eterna procesión por las calles de La Molina que están  llenas de una ligera neblina de tabaco y personas desplazándose en letargo con sus respectivos ídolos entre las manos. Se abre paso entre ellos, evitando fácilmente aquella hipnosis en la que se encuentran y al llegar a la entrada del campus da un profundo respiro y se sumerge en esa masa de personas que vienen en dirección contraria. Llega a su salón, observa en la última fila un asiento vacío junto a una chica cuyo cargador empotrado a la pared la mantiene consciente de la irrealidad. 

Luego de saludar a algunos de sus amigos, abrió su cuaderno de par en par y prosiguió el cuento de la clase pasada con toda la inspiración restante del fin de semana. Logró escribir varias líneas hasta que fue bombardeado de conceptos absurdos para identificar “necesidades” inconscientes de las personas que las incitaran a disfrutar la plenitud de una vida de consumo. Es así, que siguiendo con la mirada al profesor, recibe una llamada que cambiará su monótona rutina, al menos por las siguientes semanas. Una voz dificultosa para hablar y con hondos suspiros le comunica la dantesca noticia: ha fallecido Chispa, la mascota de la familia desde hace una década.

Esa Shih Tzu con pekinés, que muy temerosa fue entregada a su familia cuando él apenas tenía 9 años, había sufrido de una neumonía que acabó con su vida en las primeras horas de la mañana del lunes. No enmudeció para no deprimir más a quien se lo comunicó y asegurándole que llegaría antes de las 5 a casa para el respectivo entierro en el jardín de sábilas (lugar de descanso de otros tantos perros que transcurrieron por su vida) alzó la mirada hacia el nublado cielo de Lima y se perdió en el vuelo de una paloma hacia el oeste.

Al volver a la fría carpeta, su mente fue bombardeada por  una incontable cantidad de recuerdos  con aquella perra. Fue remontando  a una infancia mejor, un pasado maravilloso, lleno de excursiones a varios parques, salidas por el malecón, bicicleteadas por las calles de Miraflores, esperas en la orilla de la vereda y, hasta incluso, fiel compañera en sus citas. 

El hombre en terno continuaba su monótono monólogo sobre el valor de la información para la investigación de mercados; empero, su mente volvía a la realidad y admitió que ella fue la primera mejor amiga con la que pudo contar en sus primeros momentos de dificultad, soledad y ansias de caminar acompañado sin motivo alguno. Reconoció su inmensa fidelidad al recordar que Chispa lo acompañó durante sus diversas enfermedades aguardando bajo su cama y hasta era capaz de esperarlo en sus tardíos retornos a casa. Fue un magnífico y digno ejemplar de su raza, pensó. Las risas del hombre en terno junto con algunos alumnos de las primeras líneas lo trajeron de vuelta. Se continuaba hablando del tema  pero ahora  sobre escalas Skirtel y Stapel (ambas escritas en rojo en la pizarra). Su mente iba diluyéndose entre las risas hasta que el hombre en terno se percató que él iba escapando poco a poco de su monólogo. 

-Señor, sí usted, el de la última carpeta… ¿podría decirme algo sobre los usos o características de estas escalas?
- Características… <<Chispa era un Shih Tzu con pekinés, con la nariz ligeramente alargada y la mandíbula invertida, ambas eran particulares de ese ejemplar respecto a  otros de ese cruce. El dorado de sus pelos y su pulcritud atraía a muchos caninos; sin embargo, ella siempre tuvo un carácter hostil con muchos perros que se acercaban a olfatearla. Excepto con los siberianos con quienes congeniaba perfectamente. A veces- él creyó -que ella debió haber sido en vidas pasadas una loba (¿hermana de la madre de Colmillo Blanco?) y que corría libremente a su antojo  atravesando bosques, praderas y montañas.>> … No, realmente no sé sobre ellas- respondió.
- Entonces preste más atención – dijo el hombre en terno mientras seguía explicando sobre el “arte” de hacer encuestas.

Sus manos dibujaban figuras imaginarias en la carpeta y el cabello negro de la chica de adelante con un moño amarrado en lo alto de la nuca le permitió volver a la lucidez del mundo. Recordó – con “Cada vez que te digo adiós” de fondo en su mente- las veces que inesperadamente Chispa llegaba a casa de sus pequeñas incursiones alrededor de la cuadra y empujaba las puertas con ligeras y continuas cornadas. Se acercaba hasta la silla en la cual él se hallaba y movía sin cesar la cola en un acto de pureza de alma (¿es loco creer que los perros tiene alma?). Supo en esos momentos  que si fallecía también quería ir a donde los perros van al morir

Una compañera a su diestra hablaba enérgicamente sobre un triunfo de la democracia y por breves segundos recordó lo inesperada que fue esa muerte, cuando el día anterior estaba almorzando alegremente en familia con Chispa merodeando entre la mesa y una charla incesante de las verdades y errores incuestionables de los gobiernos de jure que habían pasado y, hasta incluso, de ese gobierno de facto allá por el 92. Pero Chispa no sabía verdaderamente de política, al igual que muchas personas en ese país.

El minutero era más un metrónomo que sin un lejano viaje astral lo retornó a su mundo. En el que encontró junto a su nothing box, una caja llena de anécdotas graciosas con Chispa. Entre ellas persistían el miedo de niños al pasar la calle junto a ella y recibir lejanas mordidas y ladridos desde el fondo de su ser. Así, también recordó las innumerables veces que sus invitados se sentían atemorizados al escuchar esos potentes ladridos; empero, luego de ver a tan adorable mascota sucumbían ante ella y estaban deseosos de acariciar su suave pelaje. Chispa no tenía ese carácter sumiso (¿o dócil?) y por lo general gruñía ante esas ansiosas manos. Pero sus invitados, y mucho menos él, tendrían que preocuparse o desesperarse por esa pequeña bola de pelos de nuevo.

La clase estaba por terminar y el hombre en terno daba las últimas indicaciones sobre un trabajo próximo, pero a él no le importaba. Se despidió de sus amigos y a paso rápido se movió en la nueva procesión y volvió a respirar el incienso mentolado y de canela de decenas de personas y el olor se impregnaba en sus fosas nasales como una oruga verde al árbol. Su mente se iba alejando de él paso a paso, pero ambas llegaron al mismo paradero a esperar el mismo bus, a esperar que el día tuviera sentido por un par de minutos, a esperar que la sociedad peruana cambie. 

El bus acelera en la curva, va a 40, 50, 60; se escabulle entre combis casi vacías de pasajeros y deja una estela de monóxido de carbono que contamina el aire, la democracia, las calles, el planeta, los recuerdos y el alma. En un letargo de recuerdos continuos, él no se percata que a está a dos cuadras de su paradero final, baja sin prisa y se adentra en su hábitat.


Surquillo lo recibe con la bulla habitual, vulgaridad, ambulantes y olor de toda la vida, pero ahora él observó de manera más detenida sus perros, los perros vagabundos de Surquillo - específicamente- que se desplazan a diestra y siniestra en el distrito. Van rompiendo bolsas, oliendo traseros a otros de su especie, ladrando a motociclista y carcomiéndose la piel de pulgas. Ve a uno de ellos alejándose en la esquina de La p’tite France y observa detenidamente el espacio vacío en la acera del frente donde solía estar recostada Chispa. Sigue caminando hasta su casa, antes de entrar a ella observa el jardín y, mirando atentamente, se da cuenta que la tierra está removida. Que la han enterrado antes que él llegara, que no pudo encontrar la mirada de Chispa por última vez, que ya hubo un minuto (o tal vez dos)  de silencio, que Odiseo tuvo más suerte por ver a Argos en sus últimos segundos, que buenas noches mamá, que la cena está lista, que la lágrima caería en un cortázar edición bolsillo o en el vaso de Morgan, que ahora su familia -al igual que Washington Delgado- guarda un caballo en la casa.


Paul Saavedra




"Debidamente entrenado, el hombre puede llegar a ser el mejor amigo del perro". - C. Ford
En memoria de Chispa, la mejor mascota de mi mundo.